Taciturno, su turno,
Señor de las horas repletas
es momento de arder
incendiar las jotas y los ases de tus ganas
vespertinas de llenar todo un día con
más naipes
y más
y más
qué si no lanzar y
meter
en el intersticio de pulmones-estómago-corazón
cada gran trozo de escalpelo escondido como cartas de navegación
entonces, monóculo infaltable,
escrutas las cenizas que inhalas
para construir nada más que más
cartas.
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